Pornografía de la pobreza
Por Antonio Larrondo.
Hará unos días, leía en la prensa un artículo acerca de unos premios concedidos por una ONG noruega destacando los mejores y peores vídeos de campañas humanitarias en 2016.
«Premio» a la pornografía de la pobreza
Cada año se otorga ese galardón al vídeo de captación de fondos para actividades benéficas o de caridad, que haga un peor uso de los estereotipos y sea injusto con las personas que aparecen o con los temas que se tratan. El objetivo es denunciar estas prácticas, que consideran que empobrecen el debate y son contraproducentes cuando oscurecen las causas reales de la pobreza.
El peor vídeo de este año habla de malnutrición, y presenta a un niño mirando a cámara con una respiración acompasada y se regodea en la tripa hinchada por la falta de alimento.
Pero también se premian los anuncios debidamente matizados, creativos y cautivadores, que rehúyen los estereotipos y, aún así, generan un impacto positivo. Además, pese a estar orientados a la recaudación, se pide que rehuyan para ello explotar el sufrimiento de personas y que estas sean retratadas con dignidad, mostrando su potencial. También se valora que no se dirijan al sentimiento de culpa de los posibles donantes por estar desconectados de ciertas realidades sino, precisamente, a conectarles con ellas para despertar la solidaridad. Por último, se pide que expliquen las causas subyacentes a los problemas que se quieren combatir, en lugar de limitarse a dar soluciones fáciles y baratas a cuestiones globales complejas.
Pues bien, últimamente se han puesto en marcha diversas campañas en torno al bullying o acoso escolar y en contra de la violencia de género. La Escuela de Cine y Audiovisuales está enseñando y asesorando a los alumnos del grupo 16mm en la escritura de un cortometraje sobre estos temas. Además, hemos participado en un taller de microcine en el Espacio Joven de Ciudad Real, cuya finalidad es dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para realizar un cortometraje sobre el acoso escolar.
Muchos de estos jóvenes, que están empezando a descubrir los resortes de un buen guión, imaginan escenas o construyen personajes que encajan perfectamente con lo criticado por la ONG noruega, porque todos utilizan la misma fórmula estereotipada, llena de clichés, y explotan visualmente el sufrimiento de la víctima. Todos incluyen una secuencia en la que la víctima se suicida al final del cortometraje y el debate gira en torno a si se debe ver o sólo sugerirlo. Presentan a unos padres culpables del suceso, por no haber estado atentos o no haber sabido detectar a tiempo el problema. Y a unos compañeros de clase sin corazón y sin escrúpulos. Tampoco presentan soluciones a un problema complejo. Se quedan en la superficie.
En la Escuela de Cine y Audiovisuales somos perseverantes e intentamos crear con los alumnos historias con un prisma diferente, utilizando la creatividad para conseguir una voz propia de cada uno de ellos, pensando y debatiendo sobre el significado de una imagen, ahondando en el tema hasta conocerlo en profundidad.
Espero que nos hagan caso.